domingo, 18 de noviembre de 2012

Sin título

Esta primera historia es un pequeño relato que escribí hace unos años, una tarde en la que, aburrida de estudiar, cogí un bolígrafo y un papel en sucio y, en los huecos libres, me puse a escribir. El resultado fue más o menos esto, que más tarde pasé al ordenador y revisé.



Era una noche fría de mediados de otoño. El suelo estaba plagado de hojas secas caídas de los arboles. Una ligera brisa del norte traía un aire frío que hacia susurrar las hojas que aun quedaban en las ramas. El cielo estaba despejado y las estrellas lucían sobre sus cabezas. Una enorme y bella luna llena asomaba sobre los tejados del cercano pueblo. 

El pequeño grupo de muchachos caminaba alejándose de la tranquilidad del pueblo. Pedro, el mayor de los cuatro, era el que caminaba mas decidido. Un poco detrás iba su hermana, Clara, un par de años menor, tiritando de frío, con la cazadora de su hermano puesta por encima de la suya propia. A su lado caminaban Iván y Elena, los gemelos. Ambos eran morenos, con ojos oscuros y la característica nariz de su abuela. 

Iban por un estrecho camino de tierra, que llevaba hacia un antiguo cementerio. Las viejas lapidas estaban rodeadas por una tapia de piedra más derrumbada que entera, y rodeada a su vez por arboles, muchos de los cuales tenían un aspecto un tanto terrorífico, mostrando sus ramas desnudas a la luz de la luna. 

Al ver la escena del cementerio, con las cruces asomando entre los restos del muro de piedra, Clara comenzó a tiritar más. Su hermano se dio cuenta de ello. 

-¿No iras a tener miedo de un viejo cementerio? Ahí no hay más que huesos. -dijo, intentando calmar a su hermana. No le gustaba verla asustada. 

-¡Yo no tengo miedo! -replicó Clara, pretendiendo aparentar seguridad, pero su voz la delató. 

Siguieron caminando, bordeando los restos del muro del cementerio. De pronto, a Elena le pareció ver una sombra entre las tumbas, pero cuando miró no había nada. Se dijo que eran imaginaciones suyas. Pero entonces oyó el crujido de una rama y le pareció que la luz de la luna se hacia, durante un segundo, mas débil, para luego volver a brillar con la intensidad de antes. 

-Será mejor que volvamos -dijo débilmente, pero al ver que su hermano ponía cara de pensar que era una miedica, añadió-. Se esta haciendo tarde y hace mucho frío. 

-Lo que pasa es que tenéis miedo, las dos –dijo su hermano. 

-¡Eso es mentira! –Grito Clara, nerviosa- ¡Yo no tengo miedo! –Su voz sonó más aguda de lo normal. 

-Cálmate Clara, no pasa nada –la tranquilizó Pedro, acercándose a ella. 

-Claro que no pasa nada, no son más que unas gallinas, que se asustan de un simple cementerio. Os voy a demostrar como no hay nada de que preocuparse. –Iván se acercó al muro y, por una zona derrumbada, entró en el cementerio. 

-¡No, Iván! –Gritó Elena, pero su hermano la ignoró. 

El muchacho caminó entre las tumbas, se volvió, sacó la lengua a su hermana y regresó, murmurando para sí que las chicas eran unas cobardes. 

-¡Iván, vuelve! –Pidió Elena, al ver que su hermano se detenía un momento y se agachaba para recoger algo del suelo. 

Pedro notó que su hermana de repente ya no tiritaba, y se alegró, pensando que había superado su miedo. 

Cuando Iván salía del muro, Elena volvió a ver una sombra pasando por detrás de él, pero esta vez supo que no eran imaginaciones suyas, porque Pedro se puso tenso e Iván se volvió, como si hubiera notado algo tras él. 

-Vámonos, por favor –pidió Elena, y esta vez nadie la contrarió, porque en ese momento oyeron un fuerte ruido, como de una gran piedra al caer. 

Sin pensarlo, Iván y Elena echaron a correr en dirección al pueblo, Iván agarrando algo en su mano. Pedro iba a seguirlos cuando se dio cuenta de que Clara estaba completamente quieta. La agarró del brazo para tirar de ella, pero cuando la tocó, notó que estaba muy fría. La miró, tenía la piel pálida, y los labios amoratados. Sus ojos brillaban de forma extraña y estaban clavados en el cementerio. 

Pedro siguió su mirada, y lo que vio le heló la sangre. Intento tirar de su hermana, pero ella parecía clavada al suelo, así que la cogió y echo a correr con ella en brazos, tras sus amigos, que se habían detenido un poco más lejos para esperarles. En sus ojos podía ver el miedo que él mismo sentía. 

-¡Corred! –Grito al pasar por su lado, y ellos le obedecieron. 

Unos pocos metros detrás, saliendo del cementerio, una manada de extraños seres, como enormes lobos, los perseguían. Entre su descuidado pelaje se veían los huesos que formaban su esqueleto. No parecían tener carne, solo huesos y pelos. Pero donde habrían estado sus ojos, una extraña luz verde brillaba, y sus largos colmillos desprendían brillos. Sus pisadas no hacían ruido, pero las hojas se apartaban a su paso, arrastradas por un frío viento. 

Los muchachos corrían como nunca antes lo habían hecho y, exhaustos, lograron llegar al pueblo. En las calle no había nadie, y en las ventanas no se veía ninguna luz. Se detuvieron un instante y miraron a sus espaldas, esperando que aquellas espantosas criaturas hubieran desaparecido, pero ahí estaban esas luces verdes que eran sus ojos, cada vez más cerca. Se miraron un instante y, como si se hubiera leído la mente, se dirigieron al mismo edificio sin decirse nada. 

Por suerte, las puertas de la pequeña iglesia estaban abiertas. Entraron y cerraron las puertas. Pedro colocó a Clara tras el altar, mientras Elena e Iván ponían un banco junto a la puerta para impedir que se abriera. Después, se acercaron a Pedro y Clara y se acurrucaron, esperando que algo pasara. 

Pero no ocurrió nada. 

Tras lo que les parecieron horas, se relajaron un poco, Clara seguía sin dar señales de vida, pero, aunque seguía estando fría, había recuperado un poco el color. Iván recordó que llevaba algo en al mano, la abrió, y les enseño a sus amigos lo que tenía. Un pequeño colgante de forma ovalada y color ámbar, sujeto por una cadena de plata, brillaba en su mano. Sin decir palabra, y sin saber porque, se lo pudo a Clara alrededor del cuello. La chica no reaccionó. 

Entonces, un frío intenso inundó la iglesia, y el banco que habían colocado en la puerta estalló en mil pedazos. La puerta se abrió y un montón de ojos verdes y afilados colmillos entró. Las criaturas se acercaron a ellos, lentamente, rodeándolos, pero sin producir el mas mínimo ruido. 

Cuando una negra boca se abrió frente a él, mostrándole todos los brillantes y afilados dientes, Iván vio la misma luz verde que tenían por ojos esas criaturas, en lo más profundo de la garganta, como si fuera el corazón de aquel ser. Los dientes se le acercaron más e Iván gritó con todas sus fuerzas. 

*** 

Se despertó sobresaltado, gritando y sudando. Se encontraba en su cama, en su habitación, en su casa. Comprendió que todo había sido un sueño. Un terrorífico y escalofriante sueño, pero sólo eso, un sueño. 

Se levantó y vistió, y fue a la cocina, donde encontró a su hermana y su madre, hablando. Su madre parecía preocupada, y Elena triste. 

-Buenos días, ¿que ocurre? –preguntó Iván, cogiendo el vaso de leche que había en la mesa, esperándole. 

-Veras, Clara está muy enferma, y el medico no sabe que la pasa. –Respondió su madre- Deberíais ir a verla. 

Iván sintió un escalofrío y miró a su hermana, pero ésta sólo parecía triste. 

Desayunó rápidamente y fueron a ver a Clara. Estaba en la cama, un poco pálida y, cuando Iván la tocó, comprobó que estaba fría. A su lado estaba su hermano, muy preocupado. 

Elena e Iván se sentaron junto a Pedro, sin saber que decir. Entonces Clara murmuró algo en sueños, y todos se acercaron para intentar oírla. Fue entonces cuando Iván pudo ver que, en el cuello, Clara llevaba colgado el colgante que Iván le había puesto en su sueño. Miró a Pedro y Elena, pero no parecían recordar nada. 

Iván estaba seguro de que todo lo ocurrido no había sido un sueño, aunque sus amigos no se acordaran, y ese colgante lo demostraba. 

 

1 comentario:

  1. Me ha gustado esta pequeña historia de amigos adolescentes, me ha recordado a esas historias de campamento que se cuentan para hacer pasar un poco de miedo y suspense, jeje. Pero quiero hacerte al menos tres recomendaciones. La primera, que le pongas título: "El cementerio", "El colgante ámbar" o cualquier otro que se te ocurra. En segundo lugar, te animo a que revises y corrijas los acentos y la estructura de los diálogos. Por último...que continúes la historia, como mínimo hasta desvelar el misterio que has dejado planteado y cerrar la aventura. Un saludo, Lanay.

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